Osvaldo Soriano, el renombrado escritor argentino, tejía un vínculo singular con Mar del Plata. Contrario a la imagen del veraneante playero, Soriano buscaba en la ciudad un refugio para su escritura, un espacio donde las musas pudieran encontrarlo lejos del bullicio costero. Aunque se le atribuye la frase de preferir trabajar en Mar del Plata o París, encapsulándose en su hogar como si estuviera en Villa Crespo, la realidad revelaba una faceta diferente: su conexión con un café en el tranquilo barrio de Punta Mogotes.
En ese rincón, lejos de la arena y las olas, Soriano encontraba la atmósfera propicia para dar vida a sus historias. El café, conocido como La Vereda de Vicente, se ubicaba estratégicamente en la esquina de Puan y Acevedo. Allí, el escritor, apodado cariñosamente “el Gordo”, se sentaba frente a una de sus ventanas, con una taza de café como fiel compañera, y se sumergía en el proceso creativo. Se rumorea que entre esas paredes nació o se pulieron algunos de los capítulos más emotivos de su novela La hora sin sombra.
La Vereda de Vicente, un legado familiar transmitido por el “Tano” Di Gennaro, lamentablemente fallecido hace poco, era un lugar impregnado de un ambiente bohemio y especial. Aunque temporalmente cerrado por reformas, se espera su reapertura parcial, manteniendo viva la esencia que atraía a Soriano y a otros amantes de la literatura.
Claudio Gómez, uno de los fundadores del “Rincón de Soriano” en el café, rememora: “Primero íbamos con el Gallego Pérez, y después conocí a mi mujer en Mogotes, y nos fuimos a vivir ahí cerca. Las pocas salidas que teníamos con ella eran ir a tomar algo de vez en cuando a La Vereda de Vicente”. Poco a poco, Gómez fue introduciendo a sus amigos en este espacio, creando un círculo de admiradores de Soriano que compartían tertulias y anécdotas.
Una noche, en una de esas reuniones, el Gallego Pérez le preguntó a Di Gennaro: “Siendo el único bar en la zona sur con mucha actividad nocturna, ¿Osvaldo Soriano nunca vino por acá?”. La respuesta del “Tano” reveló una faceta desconocida del escritor: “Cómo no. Sí, claro que venía. Pero por el escándalo que era de noche, él venía a la tarde. Prefería las tardes nubladas, las tardes lluviosas, para que sobre la ventana le pegara la lluvia. Escribía, escribía muy atento en un cuaderno. Pero no mucho tiempo, 40, 45 minutos, se tomaba su café y se iba a la mierda”.
Di Gennaro confesó que, al principio, no había reconocido a Soriano, hasta que alguien se lo señaló. “Pero yo nunca lo jodí ni lo molesté, quizás por eso venía”, explicó.
Esta revelación inspiró a Pérez y Gómez a crear un espacio dedicado a Soriano dentro del café. Así nació el “Rincón de Soriano”, un homenaje a la memoria del escritor.
Gómez relata cómo se gestó la idea: “Enseguida agarramos viaje, yo iba a donar los libros que, por mi gusto por Soriano, siempre me regalaban sus títulos y tenía muchos repetidos, pero después resultó que la Turca Sleiman, que estaba en la Universidad, logró que nos donaran todo el material. La colección completa de Soriano, así como muchos que se habían escrito sobre él”.
Con los permisos necesarios y el material reunido, se eligió un día para la inauguración del rincón. Aunque el lugar junto a la ventana era incómodo para los clientes, se encontró un espacio que ofrecía una buena vista y acceso al homenaje. “Fue todo muy simple. Una gran picada, unas botellas de vino, hablamos un poco cada uno de los que estábamos sobre Osvaldo y listo. La gente que entraba al café no entendía qué hacíamos nosotros ahí. Parecía que estábamos velando a alguien”, recuerda Gómez.
El rincón se adornó con una pequeña biblioteca repleta de libros de Soriano y sus comentaristas, afiches de sus películas y una fotografía del escritor con el mar de fondo.
Gómez comparte una anécdota sobre la elección de la foto: “El Gallego había encontrado una foto muy linda del gordo para ilustrar y la habíamos puesto en una especie de atril. Pero alguien, creo que fue Franganillo, le dijo que esa foto no la pusiéramos, porque no le gustaba a la familia. La foto se conoce, es la que lo muestra de cerca con su típico habano en la mano y Osvaldo había muerto de cáncer por tanto fumar, entonces a la familia esas fotos no les caían muy bien. Entonces Franganillo nos consigue una que, creo, era de la revista Gente, donde se lo ve con el mar de fondo y despeinado”. Una de las pocas fotografías de Soriano junto al mar, un lugar al que, paradójicamente, parecía temer.
Aunque el “Rincón de Soriano” ha cambiado de ubicación dentro del café, trasladándose a la ventana donde el escritor solía sentarse, su espíritu permanece intacto. A pesar de la pérdida de algunos libros, reemplazados por el propio Gómez, el espacio sigue siendo un tributo a la memoria de Osvaldo Soriano y su vínculo con Mar del Plata.
Osvaldo Soriano y su relación con Mar del Plata
Soriano nació en Mar del Plata y regresó a la ciudad en la madurez de su vida, estableciéndose en una casa cerca del mar. “Nací en Mar del Plata, en la calle Alvear, frente al viejo edificio de Obras Sanitarias, donde trabajaba mi padre”, recordaba. A pesar de su temor al mar, eligió vivir cerca de él, donde encontró amigos, escribió parte de su obra y recibió reconocimientos.
“Uno no puede estar sin ningún lugar de origen, es muy conflictivo. En estos últimos años he tenido un reencuentro con un lugar al que pertenezco. O sea, yo puedo decir sin mentir que soy de Mar del Plata, que nací allá, que soy de allá. Y en ese lugar no me consideran de otra parte”, afirmaba Soriano.
La historia de Osvaldo Soriano y Mar del Plata es la de un escritor que encontró en un café de Mogotes un refugio para su creatividad, un espacio donde las tardes de lluvia se convertían en fuente de inspiración. Un rincón que hoy, a pesar del tiempo, sigue evocando su presencia y legado.