La vida de Franco Hermida, un joven de 20 años, cambió irrevocablemente en la madrugada del 28 de julio de 2024. Lo que comenzó como una noche de diversión con amigos en una fiesta, se transformó en una pesadilla cuando una bala perdida, o quizás no tan perdida, lo alcanzó por la espalda. Las secuelas de ese disparo han marcado su existencia de manera profunda, sumiéndolo en un dolor constante y una lucha diaria por recuperar una vida que le fue arrebatada.
El incidente ocurrió en la zona de Castelli, entre las calles Arrué y Termas de Río Hondo. En medio de una reunión de jóvenes, un disparo rompió la tranquilidad de la noche. Según el relato de Victoria, la madre de Franco, momentos antes se había producido una conversación entre una joven y un hombre a bordo de una motocicleta roja. Tras una breve discusión, la joven regresó visiblemente enojada al grupo. Poco después, la misma motocicleta pasó a gran velocidad, y un disparo certero impactó en la espalda de Franco.
La escena posterior al disparo fue caótica. Un patrullero de la Comisaría Duodécima llegó rápidamente al lugar y solicitó una ambulancia del SAME, que trasladó a Franco al Hospital Interzonal. Allí, los médicos hicieron todo lo posible por estabilizarlo y atender sus heridas, pero el daño ya estaba hecho.
La Investigación Estancada y la Falta de Testigos
La búsqueda de justicia para Franco se topó con un muro de silencio. A pesar de que en la fiesta había alrededor de veinte personas, nadie pareció haber visto nada. Una joven, en un principio, declaró haber presenciado el ataque y haber identificado al agresor, pero luego se retractó. La persona que invitó a la joven que habló con el motociclista también negó haber visto algo relevante. La falta de cámaras de seguridad en la zona complicó aún más la investigación. Ante la ausencia de pruebas y testimonios consistentes, la causa fue archivada, dejando a Franco y a su familia en un estado de total desamparo.
Un Año Después: El Dolor Persiste
Un año después del brutal ataque, la vida de Franco sigue siendo una batalla constante. Las secuelas del disparo son devastadoras. Ha perdido la sensibilidad en su pierna izquierda y necesita un bastón canadiense y una valva dinámica para poder caminar y evitar que su pie se deforme. Además, requiere el uso de un catéter para poder orinar. El dolor físico es constante e insoportable, y a menudo lo sume en la desesperación. “Muchas veces llora porque no quiere vivir con esos dolores”, confiesa su madre con angustia.
La Búsqueda de Esperanza y Justicia
La familia de Franco se siente abandonada por el sistema. Además del calvario físico y emocional que están viviendo, se enfrentan a la dificultad de encontrar atención médica adecuada. Los médicos del hospital consideran que una posible operación es demasiado riesgosa, lo que limita aún más las opciones de recuperación de Franco. También necesitan asesoramiento legal para intentar reabrir la causa y buscar justicia por lo que le ocurrió a su hijo.
Antes del ataque, Franco era un joven alegre y trabajador, con una vida plena y sin problemas. De un día para el otro, su mundo se derrumbó. Ahora, vive una pesadilla constante, luchando contra el dolor, la discapacidad y la frustración de ver su futuro truncado. Su familia no se rinde y clama por justicia, esperando que algún día puedan encontrar la paz y la reparación que tanto necesitan.
La historia de Franco es un crudo recordatorio de la violencia que acecha en las calles y de la fragilidad de la vida. Es un llamado a la reflexión sobre la importancia de la justicia, la solidaridad y el apoyo a las víctimas de la delincuencia. La esperanza de Franco y su familia reside en la posibilidad de reabrir la causa y encontrar a los responsables de este acto atroz, para que puedan rendir cuentas ante la ley y permitir que Franco comience a reconstruir su vida, aunque las cicatrices de aquella noche fatídica lo acompañarán para siempre.