A mediados de los años 80, mientras Argentina enfrentaba convulsiones políticas y sociales, una trama silenciosa se tejía en las sombras, vinculando la ciudad costera de Mar del Plata con el poderoso Cartel de Medellín. Esta conexión, revelada a través de la llamada Operación Langostino Blanco, marcaría el inicio de una nueva era en la lucha contra el narcotráfico en el país.
En julio de 1987, una audaz operación de contrabando logró enviar 50 kilogramos de cocaína desde Mar del Plata hacia Estados Unidos. El método, tan simple como ingenioso, consistía en ocultar la droga en latas de anchoas congeladas. Este primer envío, orquestado por el Cartel de Medellín, tuvo éxito, estableciendo una ruta viable para el tráfico de drogas.
A principios de 1988, la apuesta se incrementó significativamente, enviando 200 kilogramos de cocaína con el mismo método, y nuevamente, el cargamento llegó a Filadelfia sin ser detectado. Sin embargo, el tercer intento, con una carga de 1.117 kilogramos, marcaría el fin de esta fase de la operación. El 7 de septiembre de 1988, las autoridades argentinas descubrieron la trama, incautando parte del cargamento y dando inicio a la Operación Langostino Blanco.
La Pista de la DEA y el Frigorífico Estrella de Mar
La DEA, la agencia antidrogas de Estados Unidos, ya seguía una pista que los conducía a Mar del Plata. Sus investigaciones los llevaron al frigorífico Estrella de Mar, una empresa pesquera local cuyo dueño, Jorge Antonio, era conocido por su amistad con Juan Domingo Perón.
Las pesquisas revelaron una conexión entre Estrella de Mar y Gates Farahun, un magnate vinculado al Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI), investigado por lavado de dinero y tráfico de armas. La empresa pesquera, uno de los pocos clientes del BCCI, y su propietario, Jorge Antonio, se convirtieron en el foco de atención de las autoridades, quienes sospechaban que la empresa servía como fachada para el contrabando de drogas.
La Logística Detrás de la Operación Langostino
La logística de la operación era compleja y meticulosa. La cocaína, proveniente de Medellín, Colombia, era transportada a Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Desde allí, una avioneta trasladaba la mercancía a Orcomoye, Tucumán, para reabastecerse de combustible, y luego aterrizaba en una pista clandestina en Santiago del Estero.
Una estancia en Santiago del Estero, administrada por un empresario con domicilio en Mar del Plata, servía como punto clave en la ruta. Desde allí, la droga era transportada por tierra al puerto de Mar del Plata, donde se camuflaba en contenedores de productos marinos. El cargamento era luego enviado a un depósito en Avellaneda, y finalmente, salía por el puerto de Buenos Aires con destino a Estados Unidos.
El Desmantelamiento de la Banda
John Arroyave Arias, un colombiano identificado como el hombre de Pablo Escobar en Argentina, era el encargado de supervisar y gestionar la ruta de la droga. Bajo sus órdenes operaba Jorge Alonso, el líder argentino de la banda. El objetivo era claro: establecer una ruta segura hacia el océano Atlántico, aprovechando la falta de antecedentes de Argentina como productor de drogas.
La Operación Langostino Blanco culminó el 12 de julio de 1988, con allanamientos simultáneos en Avellaneda, Buenos Aires y Mar del Plata. En un galpón de Avellaneda, la Policía Federal encontró 586 kilogramos de cocaína de alta pureza, ocultos en cajas de langostinos y mariscos congelados. Este decomiso fue el más grande en la historia del país hasta ese momento y marcó el inicio de la guerra contra el narcotráfico en Argentina.
El Informante Clave y el Proceso Judicial
Más de una docena de sospechosos fueron detenidos en los operativos, y se incautaron armas, municiones y equipos de comunicación. La pieza clave para desarticular la red fue Carlos Savignon Belgrano, un informante de la DEA que proporcionó la información crucial para llevar a cabo los allanamientos y decomisar la droga.
A pesar de las pruebas, el caso judicial se estancó en un laberinto burocrático. Siete jueces y varios fiscales intervinieron sin lograr una sentencia definitiva. Los miembros de la banda permanecieron seis años en prisión preventiva hasta que, en 1993, fueron excarcelados debido a la aplicación del Pacto de San José de Costa Rica y la ley del 2×1. Sin embargo, la medida fue revocada, y finalmente, en 1996, se dictó sentencia. Jorge Alonso, como líder de la banda, fue condenado a 20 años de prisión, y el resto de los miembros recibieron penas de entre 7 y 18 años.
El Legado de la Operación Langostino Blanco
John Alberto Arroyave Arias, el emisario de Pablo Escobar, fue condenado a 13 años de prisión. Durante su breve período de libertad en 1993, Arroyave Arias ayudó a la familia de Escobar, recién llegada a Buenos Aires, proporcionándoles apoyo y orientación.
La Operación Langostino Blanco reveló la vulnerabilidad de Argentina como punto estratégico en el mapa del narcotráfico internacional. La operación demostró la importancia de la cooperación entre agencias como la DEA y la Policía Federal, pero también evidenció las deficiencias de un sistema judicial susceptible a influencias políticas y mediáticas. Mar del Plata, con su pujante industria pesquera, quedó marcada como un punto clave en la ruta del narcotráfico, un legado que aún resuena en la actualidad.