En el corazón de Mar del Plata, un 9 de febrero de 1946, nacía un gigante: el Estadio Bristol. Con el resonar de su primera campana, se inauguraba no solo un recinto deportivo, sino un nuevo epicentro para el boxeo argentino, un lugar destinado a albergar noches de gloria y combates que quedarían grabados en la memoria de miles de aficionados.
Ubicado estratégicamente en la Avenida Luro al 3500, entre las calles España y Jujuy, el Bristol se erigió sobre los cimientos de antiguos talleres de tranvías eléctricos. Su estructura imponente albergaba dos tribunas preferenciales, identificadas como A y B, un gimnasio equipado para el entrenamiento de los pugilistas, cabinas de transmisión que llevaban la emoción de cada round a los hogares, y las populares, que se extendían hacia la Avenida Luro y la calle 25 de Mayo. Las cabinas de prensa, situadas sobre la calle Jujuy, se convertían en el observatorio desde donde los periodistas narraban cada golpe, cada esquive, cada instante de adrenalina que se vivía en el ring.
La sociedad propietaria, Estadio Bristol, Rubio y Cía., realizó una inversión considerable, destinando cerca de 4500 metros cuadrados a la construcción de este coliseo. Con una capacidad que oscilaba entre los 5000 y 8000 espectadores, el Bristol se presentaba como un competidor directo del emblemático Luna Park de Buenos Aires, una ambición impulsada por el visionario promotor Juan Pathenay.
Durante más de dos décadas, el Estadio Bristol fue un protagonista indiscutible del boxeo marplatense y nacional. Su ring fue testigo del talento y la valentía de figuras legendarias como Cucusa Bruno, Horacio Saldaño, Tito Yanni, Víctor Salazar, Oscar “Cachín” Díaz y Kid “Cachetada”. Incluso el gran Pascual Pérez, campeón mundial, engalanó su lona. Jóvenes promesas como Carlos Monzón y Nicolino Locche, quienes luego alcanzarían la gloria mundial, también forjaron sus habilidades y ambiciones en este icónico escenario. El Bristol atrajo a lo mejor del boxeo argentino y a destacadas figuras internacionales, llenando sus gradas de fervor y pasión.
Primer Acto: Héroes Locales
La noche inaugural fue testigo de la coronación de Juan “Tanito” Aguafreda, un zurdo de la categoría pluma, quien se alzó con la victoria sobre José Nicolosi por decisión del jurado. Pero esa noche también fue un homenaje a los héroes locales, a aquellos boxeadores que, con su esfuerzo y dedicación, sentaron las bases de la rica historia boxística de Mar del Plata. Antonio Cuevas, por ejemplo, acumuló 77 presentaciones en el Bristol, enfrentando a todos los medianos de la época. Junto a Tito Yanni, Dante Pereira, Ubaldo Pereyra, Andrés Selpa y Rafael Merentino, construyeron un legado que perdura hasta nuestros días.
Cada miércoles y sábado, el Bristol abría sus puertas para ofrecer dos emocionantes veladas de boxeo. Las entradas se agotaban rápidamente, dejando a muchos aspirantes con el deseo de subir al ring y demostrar su valía.
Títulos y Noches para la Historia
El Estadio Bristol fue escenario de combates memorables que quedaron grabados en la historia del boxeo argentino. En 1956, Antonio “Toscanito” Gómez, oriundo de Corrientes, sorprendió al mundo al derribar al campeón mundial mosca Pascual Pérez con un gancho demoledor. Aunque no se atrevió a rematarlo con un nocaut, esa acción le valió un lugar en los anales del deporte.
El 25 de mayo de 1957, el Bristol vivió su noche cumbre. En una sola cartelera, se disputaron el título argentino y el sudamericano de los medianos. El aspirante marplatense Ubaldo Francisco Sacco, padre de “Uby” Sacco, se enfrentó al defensor Andrés “Cacique” Selpa. La transmisión radial de Dante Fioravanti llevó la emoción del combate a todo el país. Según las crónicas de la época, Sacco dominó la mayor parte del encuentro con una técnica impecable y un excelente manejo de la distancia. Sin embargo, en el último round, Selpa logró llevarlo a la lona en tres ocasiones, ganando por nocaut.
En abril de 1963, Raúl Santos Villalba le arrebató el invicto a Abel Laudonio con dos zurdazos que estremecieron el ring.
Estos son solo algunos ejemplos de los desenlaces inesperados y las sorpresas que le valieron al Bristol el apodo de “El ring de las sorpresas”.
Gigantes en el Cuadrilátero
El ring del Bristol fue testigo de combates legendarios que marcaron la historia del boxeo. Uno de los más recordados es el duelo entre Nicolino Locche y Aníbal “El Jabalí” Di Lella, el 10 de diciembre de 1968. La pelea, cargada de pasión y orgullo marplatense, mantuvo al público en vilo, aunque el fallo del jurado no favoreció al ídolo local.
También se vivieron enfrentamientos feroces como el de Oscar Bonavena y José Saro Giorgetti, y la sorprendente derrota de Rafael Merentino a manos del mendocino Rafael Miranda, que puso fin a su racha invicta.
Muchos recuerdan los pasos firmes hacia la corona mundial de Carlos Monzón y Horacio Enrique Accavallo, entregados a un coraje sin límites. También se rememora la presencia del campeón mundial de los pluma Sabdy Saddler, así como la del español Fred Galiana, quien se enfrentó al peruano Julio Febres en una velada inolvidable.
Cada enfrentamiento dejó una huella imborrable: el estruendo de los puños, el sudor salado y las gradas al borde del delirio.
Más Allá del Boxeo
El Estadio Bristol no solo fue un templo del boxeo, sino también un espacio versátil que albergó bailes, carnavales y espectáculos de diversa índole. En 1952, los Harlem Globe Trotters convirtieron el ring en una pista de malabarismos de básquet, demostrando la capacidad del Bristol para adaptarse a diferentes eventos.
El Último Campanazo
En abril de 1972, Avenamar Peralta y el santafecino Roberto Aguilar protagonizaron la última velada oficial, un combate a diez rounds que marcó el fin de una era. El ring se despidió con un duelo intenso y la sensación de que algo estaba llegando a su fin.
Hoy, la manzana delimitada por Luro, 25 de Mayo, Jujuy y España permanece en silencio. Bajo el asfalto descansan los antiguos graderíos, el ring y las ovaciones que alguna vez hicieron vibrar el lugar. Aunque el bullicio se ha apagado, las historias siguen latiendo bajo la superficie. Quienes asistieron al último encuentro entre Peralta y Aguilar no sabían que estaban presenciando el final, la última pelea: esos campanazos y golpes serían los últimos del Bristol. Tampoco imaginaban que presenciaban el nacimiento de un espacio mítico y fundacional para Mar del Plata, un lugar que sería guardado para siempre en la memoria y el corazón de los amantes del boxeo.