La historia de las Islas Malvinas está entrelazada con la valentía y el espíritu de aquellos que, desde diferentes ámbitos, han buscado reafirmar la soberanía argentina. En este contexto, dos veleros, el Patagón y el Malabar, protagonizaron travesías audaces que trascendieron lo meramente náutico para convertirse en símbolos de persistencia y reivindicación.
A finales de la década de 1980, Javier Brizuela, capitán del Patagón, alimentaba un sueño: navegar hacia las Islas Malvinas. Junto a Martín Pachani, Juan Antonio López, Ariel Pérez y Santiago Isa, concibió un plan osado: demostrar que la presencia británica no era inexpugnable y desafiar la zona de exclusión impuesta tras la guerra. Partieron desde San Fernando, hicieron escala en Mar del Plata y Puerto Deseado, y se dirigieron hacia su destino.
La travesía se desarrolló con sigilo. El 27 de enero, una densa niebla envolvía la costa norte de las islas. En medio de la bruma, divisaron un faro. Al sonar la marcha de Malvinas, el sol irrumpió entre las nubes, como si las islas aguardaran su llegada. El Patagón ingresó a Puerto Argentino sin ser interceptado. Según relató Brizuela, entraron “solos, con la bandera bien alta”.
Tras solicitar agua y combustible, las autoridades británicas les solicitaron que se marcharan. Sin presentar pasaportes ni rendirse, zarparon mientras entonaban el himno argentino.
El Regreso Triunfal a Mar del Plata
El 28 de enero, el Patagón regresó a Mar del Plata, donde una multitud eufórica los recibió en las escolleras del puerto. Banderas argentinas, bocinas y abrazos testimoniaban el fervor patriótico. Brizuela recordó el encuentro con maestras que les decían: “¿Viste? ¿Viste? Nosotras les decíamos en la escuela que las Malvinas eran argentinas”.
El velero, engalanado con banderines, entró al puerto escoltado por embarcaciones locales. Los tripulantes, visiblemente emocionados, saludaban desde la cubierta. La misma bandera que había ondeado en Malvinas flameaba ahora en Mar del Plata, la ciudad natal de Brizuela.
Más que una Aventura Náutica
“Fue una aventura náutica, pero también algo más”, afirmó Brizuela. “Queríamos motivar a nuestros colegas náuticos a llenar el mar argentino de banderas argentinas”. A pesar de la posibilidad de arresto, no hubo cargos ni sanciones. El Patagón no había violado ninguna norma, ya que su plan incluía escalas, y Puerto Argentino fue una de ellas.
La historia del Patagón es un relato de coraje y convicción. Como expresó Brizuela en el documental Patagón, Malabar. Veleros en Malvinas, “Habíamos realizado algo que muchos argentinos tenían en el corazón y no se había podido hacer: no rendirse”.
El Legado Continuado por el ‘Malabar’
En 1991, el Malabar, también capitaneado por Javier Brizuela, zarpó hacia las Malvinas con una tripulación diversa que incluía a Aurora Canesa, la única mujer a bordo, Ignacio Gorriti, excombatiente de Malvinas, y Paul Clarck, un inglés. El objetivo era mantener viva la llama de la soberanía argentina.
Un Recibimiento con Restricciones en Puerto Argentino
A diferencia del Patagón, el Malabar no fue recibido con los brazos abiertos. Tras una tormenta en alta mar, prácticos británicos abordaron el velero y exigieron que izaran una bandera británica. La embarcación fue amarrada fuera del puerto y se le prohibió la entrada.
Las autoridades isleñas rechazaron cartas de niños argentinos dirigidas a niños ingleses, así como una imagen de la Virgen de Itatí. Ante esta situación, la tripulación se comunicó con radioaficionados de Argentina, Brasil, Uruguay y Perú para difundir su mensaje: aunque las cartas no llegaron, su voz sí.
El Malabar no pudo replicar la entrada triunfal del Patagón en Puerto Argentino, pero su travesía también fue un acto de soberanía, persistencia y humanidad. Ambas embarcaciones dejaron una huella imborrable en la historia de la relación entre Argentina y las Islas Malvinas.