El fútbol argentino está de luto. Daniel Willington, uno de los mediocampistas ofensivos más talentosos que ha dado el país, ha fallecido a los 83 años. Su nombre resuena con fuerza en los corazones de los hinchas de Talleres de Córdoba y Vélez Sarsfield, clubes donde se consagró como ídolo y donde su magia dejó una marca imborrable.
Más allá de no haber vestido las camisetas de los equipos más grandes de Argentina, Willington trascendió fronteras y conquistó la admiración de leyendas. Tal fue su impacto que, tras un partido amistoso entre Vélez y el Santos, el mismísimo Pelé lo catalogó como “el mejor jugador del mundo”, un elogio que lo acompañaría por siempre.
Nacido en Guadalupe, Santa Fe, el 1 de septiembre de 1942, Willington se crió en Córdoba, donde su padre, Atilio “Toro” Willington, también futbolista, fichó por Talleres. Fue en la “T” donde Daniel comenzó a desplegar su talento, entre 1958 y 1962, ganándose el cariño de la afición con su juego creativo y su visión de campo.
Su habilidad no pasó desapercibida y, a mediados de los años 60, Victorio Spinetto, figura clave de Vélez Sarsfield, lo convenció de mudarse a Liniers. Allí, Willington se convirtió en el líder del equipo que conquistó el Campeonato Nacional de 1968, un título histórico para el “Fortín”.
Su trayectoria lo llevó a vestir la camiseta de la Selección Argentina, con la que ganó la Copa de las Naciones de 1964 en Brasil, demostrando su valía a nivel internacional.
En 1972, Willington tuvo un breve paso por Huracán, impulsado por su amistad con el boxeador Ringo Bonavena. Sin embargo, la experiencia no fue del todo satisfactoria, y pronto regresaría a Talleres en 1973, donde volvería a brillar en los Campeonatos Nacionales de 1974 y 1975.
Su zurda prodigiosa era capaz de dibujar jugadas impensables y de convertir goles espectaculares. Se recuerda especialmente un tiro libre ante Belgrano que, según las crónicas de la época, tuvo “la gracia de un delfín”.
Tras su retiro como jugador en Vélez Sarsfield en 1978, Willington continuó ligado al fútbol como director técnico. Dirigió a Talleres en varias etapas, incluyendo el ascenso a Primera División en 1994, y también tuvo un ciclo en Vélez entre 1988 y 1989.
Su legado trasciende los títulos y los elogios. Daniel Willington fue un símbolo de talento, pasión y bohemia, un jugador que supo conectar con la gente y que dejó una huella imborrable en la historia del fútbol argentino. Su nombre seguirá resonando en las tribunas y en los corazones de quienes lo vieron jugar.
Hoy, el fútbol argentino llora su partida, pero celebra su vida y su carrera. La figura de Daniel Willington, “el famoso cordobés”, se une a la galería de los grandes “10” que han iluminado el deporte rey. Su estatua en el hall central de Vélez Sarsfield será un recordatorio eterno de su grandeza.