Con profunda tristeza, se ha confirmado el fallecimiento de Pupy, la elefanta africana que durante más de tres décadas se convirtió en un ícono del antiguo zoológico de Palermo, hoy conocido como el Ecoparque de Buenos Aires. Pupy, de 35 años, murió en el Santuario Global para Elefantes, ubicado en Mato Grosso, Brasil, a donde había sido trasladada apenas cinco meses antes como parte de un programa de reinserción para animales rescatados del cautiverio.
El santuario informó que Pupy había estado sufriendo problemas gastrointestinales y un malestar general durante varios días. Según un comunicado emitido por la institución, la elefanta tenía antecedentes de cólicos, pero incluso en sus momentos más difíciles, mantuvo su apetito. Los veterinarios habían logrado establecer un régimen de medicación que parecía aliviar su incomodidad y mejorar su estado.
Sin embargo, su condición empeoró repentinamente. Su apetito disminuyó y, tras defecar, expulsó una cantidad considerable de piedras negras, un material no común en la zona. Este evento marcó un punto de inflexión en su salud. Poco después, Pupy comenzó a mostrar signos de debilidad y aislamiento. A pesar de los esfuerzos inmediatos de la veterinaria Trish London por rehidratarla, la elefanta se desplomó y falleció.
Un aspecto particularmente conmovedor de esta historia es el vínculo entre Pupy y Kenya, otra elefanta que también fue trasladada desde el Ecoparque porteño. Kenya permaneció junto a Pupy durante todo el proceso, brindándole compañía y consuelo. Los cuidadores del santuario relataron que Kenya pasó toda la noche al lado de su compañera después de su deceso, un testimonio de la profunda conexión que existía entre estos dos animales.
El Santuario Global para Elefantes, una organización dedicada a la rehabilitación de elefantes rescatados del cautiverio, destacó los desafíos que enfrentan al atender a ejemplares de edad avanzada que han vivido décadas sin una dieta adecuada ni atención médica. Si bien su objetivo es brindarles una vida digna y libre, los efectos del cautiverio a menudo resultan insuperables.
Scott Blaise, especialista y director del santuario, recordó su primera impresión al conocer a Pupy y a Kuky, otra elefanta trasladada desde Buenos Aires. Se sorprendió por el deterioro que mostraban, ya que, aunque les habían dicho que tenían alrededor de veinte años, su apariencia sugería que eran mucho mayores.
La organización también reconoció el trabajo del nuevo equipo del Ecoparque de Buenos Aires, que logró mejorar la salud de las elefantas antes de su traslado. A pesar de estos esfuerzos, Pupy mostró temblores en la trompa y en los ojos, lo que generó preocupación sobre un posible cuadro neurológico o crónico que no había sido detectado en los análisis previos.
El Santuario Global para Elefantes llevará a cabo una necropsia para determinar las causas exactas de la muerte de Pupy. Sin embargo, los resultados finales podrían tardar hasta tres meses en estar disponibles.
Con la partida de Pupy, se cierra un capítulo importante en la historia de la Ciudad de Buenos Aires. Pupy era la última elefanta porteña que quedaba con vida. Su historia, marcada por el cariño de generaciones de visitantes y su anhelada libertad en tierras brasileñas, resume la transición del antiguo zoológico al nuevo modelo de conservación que el Ecoparque se esfuerza por consolidar. Su legado perdurará como un símbolo de la necesidad de proteger y respetar a estos majestuosos animales.