El Estadio Monumental fue testigo de una noche aciaga para River Plate, marcando quizás uno de los momentos más críticos en la era de Marcelo Gallardo como director técnico. El equipo millonario, lejos de mostrar su habitual solidez, sucumbió ante un Gimnasia y Esgrima La Plata que supo plantear un partido inteligente y efectivo, llevándose la victoria por 1-0.
La derrota no solo significó la pérdida de tres puntos vitales, sino que también desató una ola de críticas y frustración por parte de la afición, que no dudó en expresar su descontento con el rendimiento del equipo, especialmente a pocos días del Superclásico contra Boca Juniors en La Bombonera.
Un Primer Tiempo Desconcertante
Desde el inicio del partido, la impaciencia y el desencanto se hicieron palpables en las tribunas. River Plate exhibió un juego predecible, con una posesión de balón estéril y escasa profundidad. Las oportunidades de gol fueron contadas, limitándose a un remate de Ian Subiabre y un cabezazo sin convicción de Maximiliano Salas. La falta de creatividad y la poca participación de Juan Fernando Quintero en el frente de ataque contribuyeron a un juego lento y carente de ideas. El descontento era tal que los jugadores se retiraron al vestuario al término del primer tiempo bajo una lluvia de silbidos.
El Segundo Tiempo: Bronca y Desesperación
La segunda mitad no trajo consigo la reacción esperada. La confirmación de la crisis llegó cuando el árbitro, tras la revisión del VAR, sancionó un penal a favor de Gimnasia por una falta de Portillo sobre Merlini. Torres no perdonó desde los doce pasos, silenciando al Monumental y encendiendo aún más los ánimos de la hinchada. A partir de ese momento, la presión se hizo insostenible. Los cánticos de reprobación, exigiendo mayor entrega y compromiso, resonaron desde todos los sectores del estadio. Los cambios introducidos por Gallardo, con el ingreso de jugadores como Maxi Meza, el joven Lencina y el resistido Borja, no lograron modificar el rumbo del partido. River se mostró desorientado, recurriendo a centros sin destino como único recurso ofensivo. Un cabezazo de Portillo, fácilmente controlado por el arquero Insfrán, fue el reflejo de la impotencia del equipo.
Un Final Agónico y Controversial
En el tiempo añadido, cuando parecía que todo estaba perdido, el árbitro Arasa señaló un penal dudoso a favor de River por una supuesta infracción sobre Martínez Quarta. La revisión del VAR reveló un agarrón previo del defensor millonario sobre su marcador, pero el árbitro mantuvo su decisión. La oportunidad de igualar el marcador recayó en los pies de Miguel Borja, quien no pudo vencer la resistencia del arquero Insfrán, que adivinó la trayectoria del disparo y desató la euforia de los jugadores y aficionados de Gimnasia. El fallo de Borja fue la gota que colmó el vaso, exacerbando aún más la frustración de un público que apuntó contra jugadores, cuerpo técnico y dirigencia.
La derrota ante Gimnasia dejó a River Plate en una situación delicada, tanto en lo deportivo como en lo anímico. La imagen de un equipo desdibujado, sin ideas y superado por su rival, sumada al descontento generalizado de la afición, plantea serias interrogantes sobre el futuro inmediato del equipo y la capacidad de Gallardo para revertir la situación a tiempo para el Superclásico.