El Asalto al Scotianbank-Quilmes: Un Día de Terror en Mar del Plata
El 17 de abril de 2001 quedó grabado a fuego en la memoria de Mar del Plata. Lo que comenzó como un día cualquiera en la concurrida esquina de Avenida Independencia y Roca, se transformó en una pesadilla real, un asalto bancario con rehenes y un intenso tiroteo que conmocionó a la ciudad.
La sucursal del Scotianbank-Quilmes, ubicada en ese punto neurálgico, fue el blanco de una banda de asaltantes que buscaba hacerse con un botín considerable. Cinco individuos, con un plan aparentemente bien trazado, irrumpieron en la tranquilidad del mediodía marplatense.
El grupo estaba liderado por Rodolfo Vaca Bilbao, un hombre de 53 años con un historial delictivo. Lo acompañaban Regele Miranda, de 33 años, y los hermanos Ariel y Walter Di Muro, ambos menores de 25 años. Completaba la banda un joven de 22 años que utilizaba una identidad falsa, conocido como Martín “Eduardo Fuentes” Espiace. Su objetivo era claro: apoderarse de 100 mil pesos (o dólares, dada la convertibilidad de la época) que un camión de caudales estaba a punto de entregar en la entidad bancaria.
Sin embargo, el destino tenía otros planes. Lo que debía ser un golpe rápido y preciso se convirtió en un caos absoluto. A pesar de que el camión de caudales llegó puntualmente, la situación se descontroló rápidamente, transformando el asalto en una angustiante toma de rehenes.
El plan original de la banda contemplaba un margen de cinco minutos para hacerse con el dinero. No obstante, la activación de la alarma, aparentemente desde el interior del banco, alertó a las autoridades. En cuestión de minutos, la esquina de Avenida Independencia y Roca se vio invadida por patrulleros y efectivos policiales, estableciendo un perímetro de seguridad de 200 metros a la redonda.
Mientras cuatro de los asaltantes se dirigían al guardia de seguridad y al gerente del banco, uno de los hermanos Di Muro permanecía en la entrada, vigilando con una pistola en la mano. En el interior, una decena de personas, entre empleados y clientes, quedaron atrapadas como rehenes, presas del pánico y la incertidumbre.
Ante la imposibilidad de acceder a los 100 mil pesos esperados, que ya habían sido resguardados en la tesorería bajo un sistema de seguridad de acceso restringido, los delincuentes se conformaron con el dinero disponible en las cajas. La tensión aumentaba por momentos.
La llegada de más policías al lugar intensificó el enfrentamiento. Di Muro, apostado en la entrada, no dudó en abrir fuego contra los uniformados. Un primer disparo resonó, seguido de la respuesta policial. Di Muro fue herido en la pierna, pero el intercambio de disparos continuó. Un cristal se hizo añicos y uno de los policías resultó herido por los fragmentos. Fueron minutos interminables, tanto para los que estaban afuera como para los que permanecían atrapados dentro del banco.
Acorralados y al límite de sus municiones, los asaltantes consideraron la posibilidad de salir utilizando al guardia de seguridad como escudo humano, pero el cerco policial era impenetrable. El saldo del tiroteo: treinta y dos vainas servidas esparcidas por el suelo y las paredes del banco, seguidas de un silencio sepulcral que se apoderó de la cuadra.
Finalmente, los delincuentes solicitaron negociar su rendición. El fiscal Alfredo Deleonardis se hizo cargo de la negociación. La banda exigía un vehículo y garantías de libre tránsito a cambio de la liberación de los rehenes.
Sin embargo, el recuerdo reciente de la tragedia de Ramallo, donde la policía había acribillado tanto a rehenes como a delincuentes durante una operación similar, sembró la desconfianza en la banda. Decidieron entregarse únicamente ante las cámaras de los medios de comunicación, específicamente ante el canal Crónica Televisión.
Depusieron sus armas en una bolsa, liberaron a los rehenes y salieron esposados ante la mirada atenta de las cámaras. La pesadilla, que había durado casi una hora, llegaba a su fin.
La liberación de los rehenes no calmó los ánimos. Algunos de ellos manifestaron su descontento con el accionar policial, argumentando que habían sido expuestos a un riesgo innecesario. José Cigoy, secretario gremial de la Asociación Bancaria de Mar del Plata en ese momento, declaró al diario La Nación que “la actuación policial fue demencial. Pudo ser otro Ramallo”.
La causa judicial incluyó cargos por tentativa de robo agravada, privación ilegal de la libertad, lesiones y abuso de armas. Siete pistolas de diferentes calibres y el botín, guardado en bolsas de supermercado, fueron incorporados como pruebas.
El caso se resolvió mediante un juicio abreviado. Rodolfo Vaca Bilbao y Regele Miranda fueron condenados a cinco años y nueve meses de prisión; Martín Espiace, a cinco años y tres meses; Walter Di Muro, a cuatro años y nueve meses, y Ariel, el menor de los hermanos, a cuatro años y tres meses.
Un Eco Trágico Seis Años Después
Seis años más tarde, la banda, menos Ariel Di Muro, volvió a reunirse, como un eco macabro de aquel fatídico mediodía de 2001. Esta vez, su objetivo era el dinero transportado por un camión de caudales para abastecer cajeros automáticos en la provincia de Chubut. Pero nuevamente, el plan fracasó. Durante el asalto, los delincuentes asesinaron a los custodios. Tres de ellos fueron capturados, mientras que Vaca Bilbao logró escapar y huir a Mar del Plata, donde se suicidó al verse acorralado por la policía. El asalto al Scotianbank-Quilmes, un día de terror en Mar del Plata, dejó una cicatriz imborrable en la memoria colectiva y marcó el inicio de una serie de hechos trágicos que enlutarían la ciudad.