El Retrato Robado y la Inesperada Defensa: La Hija del Financista Nazi Envuelto en una Controversia Artística

Una historia fascinante, que mezcla el arte, la historia y un legado familiar controvertido, ha capturado la atención mundial. Se trata del caso de un cuadro, el “Retrato de una dama”, y la peculiar manera en que las herederas del galerista judío Jacques Goudstikker se enteraron del paradero de esta obra, expoliada durante la ocupación nazi en los Países Bajos.

Patricia Kadgien, hija del financista nazi Friedrich Kadgien, quien figura en los registros como propietario de la obra, ha entregado el cuadro a las autoridades judiciales. Su objetivo es que se determine la legitimidad de la propiedad, pero lo que ha sorprendido a todos es su explicación sobre por qué decidió ocultar la obra antes del allanamiento a su vivienda y otras propiedades familiares. Este allanamiento resultó en su arresto domiciliario y el de su esposo, acusados de obstruir la investigación, ya que el cuadro había desaparecido.

En su declaración judicial, Kadgien relató: “Entre 1989 y 1990, trasladé desde General Alvarado a Mar del Plata un cuadro de aproximadamente 116 centímetros por 87 cm, con un marco dorado de 13 cm, sin firma visible. En mi familia siempre lo llamamos ‘el monje’, porque creía que era el retrato de un monje o alguna persona religiosa”.

Según su testimonio, siempre creyó que el cuadro pertenecía a su padre, ya que también estuvo colgado en el salón de su casa en Vicente López. “Siempre supe que dicho cuadro era de mi padre, dado que aquel también estuvo colgado y exhibido en forma pública en el living de su domicilio de Vicente López”, afirmó.

El giro inesperado en la historia se produjo cuando Kadgien puso su casa en venta. “En mayo puse en venta mi casa y en agosto empecé a recibir llamadas de una persona que se presentaba como periodista. Decía haber accedido a mi casa a través de terceros y, aparentemente, durante una visita con la inmobiliaria, había visto el cuadro. Afirmaba que pertenecía a un coleccionista holandés y me exigía su restitución”, explicó Kadgien, visiblemente desconcertada por la situación.

Inicialmente, Kadgien pensó que era víctima de una estafa virtual. “Inicialmente, entendí que se trataba de una estafa virtual, de éstas tan actuales, por lo que dejé de atender números desconocidos, y di instrucciones a la inmobiliaria de retirar de la venta la casa para impedir el acceso de desconocidos a la misma, y retiré de ésta todos los bienes de valor, ya que ignoraba los alcances de estos llamados”, se justificó.

La sorpresa de Kadgien fue mayúscula al ver las imágenes de su salón en los medios de comunicación, donde se hablaba de un cuadro robado por jerarcas nazis durante la Segunda Guerra Mundial, buscado por la Interpol, y con un nombre que le resultaba desconocido. “Tamaño fue mi asombro, dado que, insisto, jamás oculté dicho cuadro a terceros; aquel estuvo siempre visible en el living de mi casa e ignoraba por completo el presunto origen que se refería. Mi casa es una vivienda de clase media, sin bienes suntuarios en su interior y frecuentada por amigos del matrimonio, y por amigos de mis hijos”, declaró.

La defensa de Kadgien argumenta que los hechos denunciados ocurrieron hace 82 años, antes del final de la Segunda Guerra Mundial. Según un comprobante de compra, el cuadro se adquirió en 1943. Por lo tanto, la defensa sostiene que Kadgien no intervino en estos hechos. Además, destaca que, al momento de la muerte de Friedrich, Patricia tenía apenas 14 años, “por lo que resulta impensado que hubiese tenido conocimiento de la historia de este cuadro que ahora se intenta reconstruir”.

Según la documentación presentada, el cuadro pasó por varios miembros de la familia. Inicialmente, habría sido adquirido por Leonore Berthold, cuñada de su padre, el 25 de noviembre de 1943, al Museo Wallraf-Richartz de Colonia, en plena Segunda Guerra Mundial. Tras su fallecimiento, la obra pasó a su hermana Augusta Ana Sofia Hildegarda Bertholdt, esposa de Kadgien, quien murió el 30 de mayo de 1965 en Argentina. A partir de entonces, el cuadro formó parte del patrimonio de Federico Gustavo Kadgien, nombre con el que el financista ingresó al país. Tras la muerte de su padre, el 6 de junio de 1979, Patricia, con tan solo 14 años, heredó una serie de bienes valiosos.

Como prueba de la legítima posesión y buena fe durante más de 35 años, la hija del financista nazi presentó la supuesta factura de compra que Bertholdt recibió del Museo Wallraf-Richartz. La factura menciona dos pinturas: “Jordaens – Retrato femenino” por 40.000 Reichsmark (poco más de 13 mil dólares de la época) y “de Vries – Retrato masculino” por 18.000 Reichsmark (unos 6 mil dólares de la época), la moneda oficial utilizada en Alemania durante el Tercer Reich.

El caso del “Retrato de una dama” plantea interrogantes sobre la procedencia de obras de arte durante la Segunda Guerra Mundial y la responsabilidad de los herederos en la restitución de bienes expoliados. La investigación judicial determinará la legitimidad de la propiedad y arrojará luz sobre este fascinante capítulo de la historia del arte y sus vínculos con el pasado nazi.