El Sueño Desvanecido: La Historia de un Albañil y un Premio de Casino Disputado

La historia de Antonio Miranda, un albañil de 57 años oriundo de Comandante Luis Piedra Buena, en la provincia de Santa Cruz, es un relato agridulce de esperanza y decepción. Hace tres años, Antonio creyó haber ganado el premio mayor en el casino de Río Gallegos: una suma que transformaría su vida. Sin embargo, lo que siguió fue una batalla legal y emocional que lo dejó con un sabor amargo.

Un Golpe de Suerte Inesperado

El 7 de julio de 2022, un día aparentemente normal, Antonio decidió probar suerte en el casino después de realizar algunos trámites en el centro de Río Gallegos. Con tan solo $6.000 en el bolsillo, se sentó frente a su máquina tragamonedas habitual. Después de unas pocas jugadas, la máquina se iluminó y anunció un premio asombroso: $100.000.000, equivalentes a aproximadamente 750.000 dólares estadounidenses en ese momento. La alegría fue inmensa. Felicitaciones de otros jugadores y empleados del casino inundaron el ambiente.

La Realidad Golpea Duro

La euforia, sin embargo, duró poco. En lugar de recibir su premio, Antonio fue abordado por la jefa de sala, quien le informó que la máquina presentaba un “desperfecto técnico” y, por lo tanto, el premio no sería pagado. La incredulidad y la frustración se apoderaron de Antonio. Afortunadamente, un apostador le aconsejó tomar una fotografía de la pantalla que mostraba el premio antes de que la máquina fuera reiniciada, un consejo que resultó crucial.

El casino solo le entregó $6.500, el saldo que figuraba en la máquina antes del supuesto fallo. La máquina fue apagada inmediatamente, confirmando las sospechas de Antonio y el consejo del otro jugador.

Una Lucha Legal Desigual

Tras 14 meses de infructuosos intentos de negociación, Antonio, asesorado por un abogado, llevó su caso a la justicia. Exigía el pago del premio, argumentando que no había manipulado la máquina y que el casino no tenía justificación para negarse a pagar. El abogado de Antonio, Gustavo Insaurralde, afirmó que el casino nunca presentó una explicación válida para invalidar el premio. La única respuesta que recibieron fue que “era imposible que la máquina pagara ese premio” y que la suma estaba muy por encima de los pagos habituales.

La oferta inicial del casino para evitar el juicio fue insultante: $200.000, menos del 1% del premio original. Antonio se vio obligado a continuar con la demanda.

Obstáculos en el Camino

La vida de Antonio se complicó aún más. Un accidente, la pérdida de su empleo, el cuidado de su madre enferma en Piedra Buena, todo contribuyó a una situación económica precaria. A pesar de contar con pruebas sólidas, como las fotografías del premio, testimonios de testigos y la confirmación de que las grabaciones de las cámaras de seguridad habían sido borradas, el proceso judicial se preveía largo y costoso.

Según su abogado, el juicio podría demorar entre siete y ocho años, un tiempo que Antonio no podía permitirse.

Un Acuerdo Amargo

Un día antes de la primera audiencia, el casino hizo una nueva oferta, superior a la inicial, pero aún muy por debajo de los $100 millones originales. Urgido por la necesidad, Antonio aceptó la suma, aunque bajo condiciones restrictivas impuestas por el casino: confidencialidad sobre el monto, prohibición de hablar con la prensa y cobro en cuotas.

El casino, en su defensa, insistió en que Antonio intentaba “hacerse acreedor de una suma exorbitante de manera ilegítima”, sin ofrecer pruebas de ello.

Un Sueño Truncado

El sueño de Antonio de tener una casa propia se redujo a la compra de un terreno en Piedra Buena. Continuó trabajando, y poco después del acuerdo, su madre falleció. La verdad sobre la supuesta “falla en el sistema” del casino permanece incierta. La historia de Antonio Miranda es un recordatorio de que, a veces, la suerte puede ser tan fugaz como un espejismo en el desierto.