El Universo Personal en Estantes: Un Encuentro con la Biblioteca de Jorge Chiesa

Adentrarse en una biblioteca es como abrir un portal a la mente de su creador. En esta ocasión, exploramos el santuario literario de Jorge Chiesa, abogado, poeta y lector empedernido, quien confiesa que construir una biblioteca ha sido el sueño de su vida.

Ubicada en el primer piso de su hogar, la biblioteca de Chiesa, autor de Un invierno ruso, se despliega como un refugio íntimo. Tres paredes revestidas de libros definen el espacio. Un escritorio ocupa el centro de una de ellas, mientras que, en el extremo opuesto a la entrada, un sillón de lectura con una mesa auxiliar completa la atmósfera. La luz natural que fluye a través del ventanal ilumina cada rincón, tiñendo los lomos de los libros con un suave tono amarillento al atardecer. Es en este estante donde Chiesa ha colocado textos de abogacía, obras en inglés, libros de arte y novelas de menor renombre.

A medida que uno se adentra en la habitación, los títulos y autores se suceden en una danza visual. Algunos volúmenes reposan sobre la mesa, no como lecturas pendientes, sino como vestigios de la última exploración literaria de su dueño.

El orden, si existe, es sutil. Los escritores se mezclan, los géneros se entrelazan. La única estructura discernible es el mueble más reciente. Sin embargo, a Chiesa no le preocupa la falta de organización. “En realidad, algunos sí están ordenados. Pero es como que ya tengo focalizado dónde están los libros. Y si no los encuentro, no paro hasta que aparezcan. Mentalmente, ya tengo la imagen visual de dónde están las cosas”, explica. “Si me pongo a dar vuelta todo sería un quilombo, pero a veces pienso en ordenarla. Sería un enorme trabajo, eso sí”.

Para Chiesa, las “experiencias de lectura” son más valiosas que los libros en sí mismos. Recuerda la mayoría de sus adquisiciones en función del lugar y las circunstancias en que las realizó. Evoca librerías de Mar del Plata que ya no existen, como Erasmo, donde adquirió tomos de Proust, Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour de Salinger, y La poética del espacio de Gaston Bachelard, además de una edición de Los cuatro cuartetos de Eliot en inglés.

Chiesa comparte que esta no es su primera biblioteca. Su predecesora se encontraba en el altillo de su casa en Peña, cerca de la costa. Sin embargo, su amor por los libros floreció a los 25 años, tras mudarse desde La Plata. Si bien ya había adquirido algunos volúmenes, fue entonces cuando decidió construir su propia biblioteca, un deseo que se intensificó con el tiempo.

Aunque su padre era abogado y poseía libros de derecho y su madre una ávida lectora, Chiesa se formó en un hogar donde los libros eran valorados. Entre los primeros ejemplares que iniciaron su colección se encuentran novelas de Conrad, adquiridas en una librería de segunda mano en la Avenida Colón, y textos sobre escritura, que coincidieron con su incursión en talleres literarios. También destaca Nombre falso de Ricardo Piglia, sobre Roberto Arlt, comprado en Fray Mocho.

Con cariño, Chiesa muestra un libro de pesca que compró para reemplazar uno de su infancia, no como guía, sino como un recuerdo preciado.

Al reflexionar sobre la personalidad de su biblioteca, Chiesa la describe como solitaria, inclinada a la reflexión más que a la alegría. Menciona a Mairal como uno de los pocos autores que aportan humor. A menudo, se sienta en su biblioteca, hojea los Diarios de Cheever y se sumerge en el ambiente, un espacio para pensar y recordar. La biblioteca también sirve como refugio para su escritura, especialmente la poesía. A veces, la familia no comprende la importancia de este espacio personal.

Chiesa considera su biblioteca como un deseo cumplido, un logro del que se siente orgulloso. Cada libro tiene un significado especial.

Chiesa destaca la importancia de la experiencia de lectura, citando a Ricardo Piglia, quien afirmaba que uno recuerda dónde leyó un libro y las sensaciones que le provocó, incluso si olvida el argumento. Esta idea se conecta con el concepto de experiencia de Walter Benjamin.

A medida que Chiesa comparte detalles de su relación con los libros, cada uno evoca una sonrisa y una anécdota. El cazador oculto de Salinger es el libro que más ha releído, encontrando nuevas interpretaciones en cada lectura. Los cuentos de Rodolfo Walsh, como Cuentos irlandeses, Un kilo de oro y Los oficios terrestres, marcaron su formación como lector.

También recuerda con cariño la librería Horacio, en Alberti y Catamarca, donde solía comprar libros a buen precio. Su editorial favorita es La Bestia Equilátera, que rescata a escritores ingleses y norteamericanos como Alfred Hayes, Baron y Muriel Spark.

En momentos difíciles, Chiesa recurre a la poesía, que considera más releíble que la narrativa. Siempre encuentra tiempo para leer poesía, sin importar el autor.

Entre sus ensayos favoritos se encuentran los de Daniel Link, Juan José Saer, Harold Bloom y César Aira. Los libros de derecho se encuentran en cajas, mientras que obras de autores locales como Sebastián Chilano, Mauro De Angelis, Leonardo Huebe, Daniel Boggio e Ignacia Sansi se dispersan por los estantes.

La anécdota de Ray Bradbury, quien pidió ser acompañado en su viaje a la eternidad por Shakespeare, Yeats y Shaw, refleja el amor que los amantes de los libros sienten por ellos. Son guías, compañía y pilares. Al igual que Chiesa, muchos disfrutan de sentarse frente a sus bibliotecas, observándolas y reflexionando sobre su impacto. Una biblioteca es mucho más que una colección de libros; es un reflejo del alma de su creador, un universo personal en estantes.