Felipe de Edimburgo en Mar del Plata: Diplomacia, Polo y Rumores de Romance

En marzo de 1962, Mar del Plata se engalanó para recibir a un miembro destacado de la realeza británica: el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo y consorte de la Reina Isabel II. Su visita, enmarcada en una misión diplomática de apoyo al entonces presidente argentino Arturo Frondizi, desató una ola de entusiasmo popular y dejó una huella imborrable en la ciudad.

La llegada del Príncipe Felipe a Mar del Plata no fue un evento meramente protocolario. En un contexto político argentino convulso, con tensiones internas y la sombra de posibles golpes de estado, la presencia del Duque se interpretó como un gesto de respaldo de la Corona Británica al gobierno de Frondizi. Este apoyo internacional era crucial para la estabilidad del país en un momento de incertidumbre.

El recibimiento que dispensó Mar del Plata al Príncipe Felipe fue apoteósico. Multitudes se congregaron a lo largo de su recorrido, desde el aeropuerto de Parque Camet hasta el Golf Club y el campo de polo. La prensa local destacó la calidez y cordialidad del pueblo marplatense, que veía en el Duque una figura simpática y accesible. Su Alteza Real, ataviado con un elegante traje gris claro, camisa celeste y corbata azul, conquistó los corazones de los presentes con su carisma y sencillez.

Durante su estancia en Mar del Plata, el Príncipe Felipe disfrutó de diversas actividades. Fue agasajado con un almuerzo en el Club House del Golf Club, donde el intendente Teodoro Bronzini le entregó las llaves de la ciudad como símbolo de bienvenida y reconocimiento. Además, presenció un partido de polo, deporte del que era un apasionado aficionado.

Pero la visita del Duque de Edimburgo a Argentina no estuvo exenta de controversia y rumores. Se dice que, durante su estadía, el Príncipe Felipe forjó una estrecha relación con Magdalena “Malena” Nelson Hunter de Blaquier, una destacada figura de la alta sociedad argentina. Blaquier, conocida por su pasión por la cría de caballos de polo, hospedó al Duque en su mansión de Lobos tras el derrocamiento de Frondizi, cuando su permanencia en el país se tornó delicada.

La biógrafa oficial de la Corona, Kitty Kelly, recogió declaraciones de Blaquier en las que describía al Duque como “atento, tranquilo y muy gracioso”. Sin embargo, los rumores sobre un posible romance entre ambos persistieron durante años. La nieta de Concepción Cochrane Blaquier, en una entrevista concedida hace una década, alimentó aún más la especulación al afirmar que la historia de un affaire entre su abuela y el Príncipe Felipe era una leyenda familiar, aunque nunca confirmada.

Más allá de los rumores y las controversias, la visita de Felipe de Edimburgo a Mar del Plata en 1962 sigue siendo un episodio memorable en la historia de la ciudad. Un encuentro entre la realeza británica y la sociedad argentina, marcado por la diplomacia, el deporte y, quizás, un toque de romance prohibido.

La estancia del Duque en Argentina, y particularmente en Mar del Plata, representa un interesante cruce de culturas y un reflejo de las complejas relaciones internacionales de la época. Su presencia, más allá de los eventos oficiales, dejó una serie de interrogantes y anécdotas que continúan generando interés y debate hasta nuestros días.