En un encuentro cargado de tensión y simbolismo, Independiente logró una victoria crucial tras una sequía de quince partidos sin conocer el triunfo. El partido, correspondiente a una fecha postergada, se disputó en un contexto adverso, con ambos equipos atravesando momentos deportivos delicados. Independiente, atormentado por una racha negativa, se enfrentaba a un Platense alejado de la contienda por el título y con escasas posibilidades de clasificación.
Sin embargo, la victoria, si bien bienvenida, no logró apaciguar el descontento visceral de la afición. Desde antes del pitido inicial, el ambiente se palpaba tenso. Los hinchas del “Rojo”, visiblemente frustrados por el rendimiento del equipo durante la segunda mitad de la temporada, manifestaron su enojo de manera contundente y poco convencional.
Al llegar al estadio, los jugadores fueron recibidos con una andanada de insultos y recriminaciones. Una larga pancarta, desplegada con furia, rezaba: “Jugadores perdedores, respeten la camiseta”. El recibimiento hostil no se limitó a las palabras; mientras el equipo ingresaba al campo de juego, una estruendosa silbatina resonaba en las gradas, dejando claro el sentir de la hinchada.
La protesta alcanzó un nivel aún más inusual y controvertido cuando, durante el transcurso del partido, comenzaron a caer bolsas de alimento para perros desde las tribunas. Este acto, cargado de simbolismo, pretendía transmitir un mensaje claro y contundente a los jugadores: la afición consideraba que su desempeño era indigno y carente de la garra y el compromiso que exige la gloriosa historia del club.
Incluso el gol de Ávalos, que significó la ruptura de la racha negativa y la ansiada victoria, no logró disipar la indignación. Mientras los jugadores celebraban la conquista, otra bolsa de comida canina aterrizó cerca, recordándoles que la victoria no era suficiente para borrar la decepción acumulada.
Este tipo de protesta, aunque inusual, no es inédita en la historia de Independiente. En 2009, los hinchas recurrieron a una manifestación similar, arrojando jeringas con un líquido rojo, simulando sangre, para exigir a los jugadores una mayor actitud y entrega en el campo de juego. Estos actos, por más controvertidos que sean, reflejan la pasión desbordante y el alto grado de exigencia de una afición que se siente defraudada por el presente deportivo del club.
La victoria ante Platense, por lo tanto, se convierte en un triunfo agridulce. Si bien representa un respiro en medio de la tormenta, también evidencia la profunda crisis que atraviesa Independiente, tanto en lo deportivo como en lo institucional. La protesta de los hinchas, con la peculiar lluvia de comida para perros, sirve como un llamado de atención urgente a jugadores y dirigentes: la afición exige resultados, compromiso y, sobre todo, respeto por la historia y la grandeza del club.
El futuro de Independiente es incierto, pero una cosa es segura: la afición seguirá exigiendo, protestando y demostrando su amor incondicional por el club, incluso a través de métodos poco convencionales.