Diciembre de 2007. Mientras el espíritu navideño inundaba los hogares y las expectativas del nuevo año comenzaban a tomar forma, la ciudad de Mar del Plata se sumía en una profunda oscuridad. Un torbellino de violencia inusitada, concentrada en tan solo una semana, convirtió a la emblemática “La Feliz” en escenario de pesadilla, dejando una cicatriz imborrable en su historia.
Dos sucesos macabros, perpetrados por individuos consumidos por la ira y la desesperación, capturaron la atención de todo el país. Dos hombres, movidos por motivos distintos pero igualmente devastadores, truncaron vidas inocentes y sembraron el terror en las calles de la ciudad. Sus actos, cargados de brutalidad y sin sentido aparente, conmocionaron a la sociedad argentina y dejaron una estela de dolor y preguntas sin respuesta.
Un Lunes Sangriento en Avenida Luro
El lunes 17 de diciembre, la rutina de la transitada Avenida Luro se vio interrumpida por un estallido de violencia. Zulma Mabel Salazar, una mujer que buscaba recuperar pertenencias de su relación anterior, se encontró con Ricardo González, su expareja. La tensión, latente desde la separación, escaló rápidamente hasta un punto de no retorno.
En medio de una acalorada discusión, el hijo mayor de Zulma, fruto de una relación anterior, intentó mediar, quizás presintiendo el peligro inminente. Sin embargo, la intervención fue en vano. González, descontrolado, desenfundó un arma de fuego, una pistola 9 milímetros, y amenazó a ambos. Zulma, presa del pánico, corrió en busca de refugio en un comercio cercano. Su hijo, intentando escapar, corrió por la avenida, pero no logró evadir la furia desatada.
González persiguió al joven y, sin dudarlo, abrió fuego en plena vía pública. Las balas alcanzaron a la víctima, quien cayó malherida sobre el asfalto. Pero la sed de venganza del agresor no se detuvo ahí. Se dirigió al almacén donde Zulma se había refugiado y la atacó a tiros. Luego, regresó junto al joven tendido en la calle y, con frialdad escalofriante, lo remató con disparos en la cabeza. Finalmente, volvió al comercio y disparó nuevamente contra Zulma, quien ya yacía en el suelo.
Tras la brutal masacre, González, consumido por el horror de sus actos, caminó unos metros y se quitó la vida con un disparo en la cabeza. En cuestión de minutos, la Avenida Luro se había convertido en un escenario de muerte, con tres víctimas fatales y dos personas heridas, alcanzadas por balas perdidas o por los fragmentos de vidrios rotos.
La Tragedia de Los Acantilados: Un Final Cruel
El domingo 23 de diciembre, la tranquilidad de la zona de Los Acantilados se vio interrumpida por un macabro hallazgo. Un turista, que se dirigía a Miramar por la Ruta 11, se detuvo para disfrutar de un asado y descubrió el cuerpo sin vida de un hombre en medio de la arboleda. El hombre, con un disparo en la cabeza, llevaba varios días muerto. A su lado, dos cartas manuscritas revelaban una verdad aún más escalofriante: había asesinado a su familia.
El autor de las cartas, un albañil de 30 años, confesaba haber matado a su hijo de 2 años, a su hijastro de 6 y a su expareja. Con la confesión en mano, la policía se dirigió a la vivienda de la mujer, ubicada en el mismo barrio. En el interior de la casa, los agentes encontraron los cuerpos sin vida de los dos niños, uno escondido en un armario y el otro tendido en el suelo de una habitación. El avanzado estado de descomposición de los cuerpos dificultaba la determinación de la causa de muerte.
La madre de los niños no se encontraba en la vivienda. La policía inició una búsqueda exhaustiva que culminó con el hallazgo del cuerpo de la mujer, de unos 30 años, enterrado en un descampado detrás de la casa. Los forenses determinaron que llevaba al menos una semana bajo tierra.
Informes policiales revelaron el hallazgo de un altar improvisado en el baño de la vivienda, adornado con velas, objetos personales y restos de lo que parecía ser una ceremonia religiosa. Este detalle sugiere que el hombre, atormentado por sus demonios internos, buscó consuelo o justificación en la fe antes de tomar la trágica decisión.
Las investigaciones posteriores se centraron en determinar los motivos que llevaron a este hombre a cometer semejante atrocidad. Sin embargo, los detalles precisos permanecen en la oscuridad. Los cuerpos, encontrados en diferentes lugares, quedaron unidos por una historia de violencia y desesperación.
Un Diciembre para el Olvido
El año 2007 concluyó con un sabor amargo para Mar del Plata. Los brindis y los buenos deseos para el año nuevo se vieron eclipsados por la sombra de la tragedia. Los medios de comunicación, tanto locales como nacionales, reflejaron el sentimiento generalizado de conmoción, incertidumbre y angustia.
Dos crímenes múltiples, perpetrados con pocos días de diferencia, marcaron el final del año y dejaron una herida profunda en la memoria colectiva de la ciudad. Dos masacres que transformaron la alegría navideña en un recuerdo imborrable de dolor y sufrimiento.