En el ocaso de la primavera alfonsinista de 1988, mientras Argentina lidiaba con una crisis económica y política asfixiante, un suceso inusual y profundamente trágico se desenvolvió en el corazón del barrio porteño de Caballito. En un lapso de tiempo asombrosamente corto, tres vidas se extinguieron, entrelazadas por una cadena de eventos desafortunados que comenzó con la caída de un pequeño perro desde una altura impensable.
El fatídico viernes 21 de octubre, cerca del mediodía, la intersección de Rivadavia y Morelos se convirtió en el escenario de esta tragedia. Un caniche, cariñosamente llamado Cachy, se precipitó desde un departamento ubicado en el piso 13 de un edificio. En su caída, impactó directamente sobre la cabeza de Marta Fortunata Espina, una vecina de 75 años que transitaba inocentemente por la acera. El golpe fue devastador, y la anciana falleció instantáneamente.
La escena resultante fue de absoluto caos y consternación. Vecinos y transeúntes, atraídos por el ruido y la conmoción, se agolparon en la esquina, creando una multitud curiosa y atónita. Mientras los servicios de emergencia intentaban brindar asistencia a la víctima original, una segunda tragedia estaba a punto de ocurrir. Edith Sola, una mujer de 47 años, fue atropellada por un autobús de la línea 55. El impacto fue fatal, y Edith Sola se convirtió en la segunda víctima mortal de la jornada.
Pero la tragedia no había terminado. Un hombre, testigo presencial de ambos incidentes, fue presa de una crisis cardíaca fulminante. A pesar de los esfuerzos por trasladarlo rápidamente a un centro médico, falleció en el camino al hospital. En cuestión de minutos, la zona se transformó en un escenario dantesco, marcado por la muerte y el desconcierto. La memoria colectiva del barrio quedó marcada para siempre por esta serie de eventos improbables y dolorosos.
Con el paso de los años, la historia de la tragedia de Caballito fue transmitida de boca en boca, adquiriendo tintes de leyenda urbana. La singularidad y el absurdo de la situación la convirtieron en un relato recurrente, un recordatorio sombrío de la fragilidad de la vida y la imprevisibilidad del destino. Décadas después, el episodio sirvió de inspiración para una escena en la película “Medianeras” de Gustavo Taretto, perpetuando su memoria en el imaginario colectivo. Cada 21 de octubre, la historia resurge en las redes sociales, como un recordatorio de uno de los días más extraños y tristes que la ciudad de Buenos Aires haya presenciado.
La tragedia de Caballito, más allá de los detalles macabros, plantea interrogantes sobre la casualidad, el destino y la forma en que eventos aparentemente inconexos pueden converger para crear una tormenta perfecta de dolor y pérdida. Es una historia que nos invita a reflexionar sobre la fragilidad de la existencia y la importancia de valorar cada momento.