Malal Hue: Un Castillo Tudor en la Pampa Argentina, Testigo de la Historia y el Lujo

Mucho antes de que Chapadmalal se consolidara como un destino turístico vibrante, repleto de opciones para visitantes de todas las edades y un punto de encuentro predilecto para los jóvenes que veranean en Mar del Plata, una familia de abolengo concibió y erigió un castillo de estilo Tudor, destinado a ser su residencia de verano. Esta familia era la de los Martínez de Hoz, quienes, tras adquirir la extensa estancia Chapadmalal, iniciaron en 1906 la construcción de la que sería su residencia principal, bautizada con el evocador nombre de “Malal Hue”.

La historia cuenta que este castillo de inconfundible estilo Tudor, durante el tiempo en que perteneció a la familia Martínez de Hoz, lucía una exuberante enredadera que cubría sus muros, evocando las clásicas propiedades campestres inglesas. En su interior, se mantenían tradiciones arraigadas, transmitidas de generación en generación. Entre ellas, destacaba el tradicional té de las cinco de la tarde y las cenas formales con un estricto código de vestimenta, costumbres que se mantuvieron incluso en los últimos años de la familia al frente de la estancia.

La estancia Chapadmalal, en su conjunto, se convirtió en una de las más emblemáticas del país. Sus salones y jardines fueron testigos del paso de figuras prominentes de la historia y la sociedad. Entre sus ilustres visitantes se contaron el Príncipe Eduardo de Gales, el Duque de Edimburgo, el renombrado Premio Nobel de Literatura bengalí, Rabindranath Tagore, y Henry Kissinger, el influyente secretario de Estado durante la presidencia de Richard Nixon. Además, presidentes de la Nación Argentina y personalidades destacadas como Victoria Ocampo y el actor Luis Sandrini también disfrutaron de la hospitalidad de Malal Hue.

Según los registros históricos de la comuna, la estancia fue adquirida en 1854 por José Toribio Martínez de Hoz, abarcando una vasta extensión de 25,000 hectáreas. Tras su fallecimiento, sus hijos y su viuda, Josefa Fernández Coronel, se trasladaron a Inglaterra, donde residieron hasta que Miguel Alfredo Martínez de Hoz completó sus estudios en el prestigioso colegio Eton. Decidido a regresar a Argentina, el joven heredero emprendió la construcción de establos en la estancia, introdujo ganado de calidad y, simultáneamente, supervisó la edificación del castillo, que fue inaugurado con gran pompa en 1906.

Inspirado en la arquitectura señorial de Inglaterra, Miguel Alfredo contrató al arquitecto William Bassett-Smith para que diseñara la vivienda. La estancia vivió décadas de esplendor y prosperidad. Sin embargo, a fines de la década de 1920, la Gran Depresión golpeó con fuerza, y la situación económica de su propietario se deterioró drásticamente, llevándolo a perder sus tierras. En un gesto de solidaridad familiar, sus tres hijos recompraron a los bancos 5,000 hectáreas de las 12,500 que originalmente conformaban la propiedad.

Durante el período en que la estancia fue administrada por los tres hermanos, María Julia Elena, José Alfredo y Miguel Eduardo Martínez de Hoz, se dedicaron a su gestión y desarrollo. Tras el fallecimiento de María Julia Elena, los hermanos decidieron dividir la tierra, quedando Miguel Alfredo a cargo de la estancia principal, a la que rebautizó con el nombre de Malal Hue.

En las últimas décadas en que la familia Martínez de Hoz fue propietaria de Malal Hue, los cuatro hijos de Miguel Alfredo y sus respectivas familias solían veranear en la estancia. Sin embargo, los sucesivos y drásticos cambios económicos que azotaron al país obligaron a la familia a vender tierras para mantener la estancia en funcionamiento. De esta manera, la extensión del campo se fue reduciendo gradualmente, hasta que finalmente quedaron 1,500 hectáreas alrededor del casco principal. En 2004, estas hectáreas fueron vendidas al banquero Andrés Garfunkel, quien se encargó de modernizar la infraestructura de la estancia, llevando el tendido eléctrico hasta el casco y retirando la característica enredadera que cubría sus muros.

En la actualidad, la familia Garfunkel es la responsable del mantenimiento y la conservación de este lugar emblemático, que continúa cautivando a visitantes y lugareños con las innumerables anécdotas y secretos que guarda entre sus paredes.