Mar del Plata, 1956: Un Simulacro Naval Tras la Sombra del Bombardeo

A menos de un año del traumático bombardeo que sacudió Mar del Plata en septiembre de 1955, un evento que marcó un punto álgido en el intento de derrocar al gobierno de Juan Domingo Perón, la ciudad balnearia fue escenario de un ejercicio militar de gran envergadura. El Ministerio de Marina orquestó un simulacro de invasión anfibia, una demostración de fuerza que, según las autoridades, respondía a la importancia estratégica del puerto marplatense en un contexto de potencial conflicto bélico.

La elección de Mar del Plata como escenario de este simulacro no fue casual. Más allá de su renombre como destino turístico, la Marina de Guerra la consideraba un punto neurálgico para el control de las rutas marítimas hacia la Patagonia, región rica en recursos naturales. El puerto, además de albergar una base submarina de vital importancia, era un enclave estratégico para la escolta de convoyes y la defensa nacional. En un escenario de guerra, la posesión o neutralización de este puerto representaba una ventaja decisiva.

La planificación del simulacro se llevó a cabo con meticulosidad en el Alto Comando Naval Atacante. Expertos militares analizaron maquetas detalladas y fotografías aéreas de la costa, identificando los puntos más vulnerables para el desembarco de vehículos anfibios y la infiltración de la Infantería de Marina. En paralelo, en Puerto Belgrano, se intensificaba el entrenamiento de los efectivos que participarían en la operación.

La fuerza de ataque se componía de dos elementos clave:

  • Infantería de Marina: La punta de lanza de la invasión, entrenada para la acción rápida y la superación de obstáculos con un alto espíritu combativo. Su misión era asegurar el control de puertos y playas.
  • Buzos Tácticos: Herederos de la legendaria tradición de los “hombres rana” de la Segunda Guerra Mundial, estos buzos altamente capacitados tenían la misión de infiltrarse sigilosamente en el puerto y las playas, sembrando la confusión y neutralizando las defensas enemigas.

El día del simulacro, la flota atacante se aproximó a Mar del Plata. Desde el puente del buque insignia, el Almirante Ibarbore, Comandante de la Flota de Mar, y su Jefe de Estado Mayor observaban el perfil de la ciudad. La vida a bordo de la nave, según los relatos de la Marina, era una mezcla de rutina doméstica y preparación bélica, con una tripulación dedicada al mantenimiento del equipo y la vigilancia constante.

La simulación comenzó con la detección de incursores aéreos. Las alarmas antiaéreas resonaron a bordo, y las dotaciones de ametralladoras se desplegaron para repeler el ataque. La acción aérea “enemiga” provocó un incendio simulado en un crucero, poniendo a prueba la capacidad de respuesta de la tripulación. La aparición de un submarino “enemigo” intensificó la tensión, obligando a aviones de exploración y torpederos a iniciar una frenética búsqueda. Un ataque submarino simulado dejó a un crucero con averías, requiriendo un remolque arriesgado.

Tras superar estos contratiempos, la fuerza atacante se posicionó frente a la costa marplatense. La artillería naval abrió fuego, “ablandando” las defensas costeras antes del desembarco de la Infantería de Marina. Helicópteros transportaron las primeras avanzadas a tierra, mientras los buzos tácticos se infiltraban en el puerto y las playas. Desembarcos simultáneos se produjeron en varios puntos de la costa, incluyendo un asalto exitoso a Punta Mogotes. El tableteo de ametralladoras, las cortinas de humo y los incendios simulados crearon un ambiente dramático.

En cuatro horas, las fuerzas atacantes lograron “destruir” las defensas y asegurar el control del puerto, cumpliendo con los objetivos del simulacro. La retirada se llevó a cabo rápidamente, bajo el escaso fuego “enemigo”. El Almirante Brunet, Comandante de Operaciones Navales, supervisó la operación con satisfacción, mientras las últimas tropas y vehículos regresaban a sus buques.

Este ejercicio naval, presenciado por el Ministro de Marina, Almirante Aníbal Olivieri, y otras altas autoridades, marcó el cierre de las actividades del año naval. Más allá de la demostración de fuerza, el simulacro buscaba evaluar la capacidad de respuesta de la Marina ante una eventual agresión, subrayando la importancia estratégica de Mar del Plata en la defensa nacional.