Agosto de 1991. Una fecha grabada a fuego en la memoria colectiva de los habitantes de Mar del Plata. No por un hecho trágico, sino por un evento climático extraordinario que transformó la ciudad balnearia en un paisaje invernal digno de postales alpinas: una intensa nevada. Aquel jueves 1 de agosto, la ciudad despertó bajo una ola polar implacable, con temperaturas que descendieron hasta un grado bajo cero y una sensación térmica que calaba los huesos, alcanzando los nueve grados bajo cero.
Durante los días previos, la prensa local había alimentado la expectativa, publicando avisos sobre la creciente probabilidad de nevadas. El miércoles 31 de julio, la noche comenzó a coquetear con la posibilidad, dejando caer algunos tímidas copos. Pero fue durante la madrugada del jueves cuando la magia realmente se desató. Una nevada persistente comenzó a cubrir la ciudad, extendiéndose sin pausa hasta las nueve de la mañana.
Muchos marplatenses, sorprendidos al despertar, se encontraron con un escenario inusual. Los niños, camino a la escuela, se toparon con un paisaje que parecía sacado de la Patagonia. La ciudad se había transformado, ofreciendo una vista inédita que invitaba a la alegría y al asombro.
El fervor fue tal que la mayoría de las escuelas suspendieron las clases, permitiendo que niños y adolescentes disfrutaran de la nieve en las calles. La ciudad se convirtió en un parque de juegos gigante, con playas cubiertas de blanco y calles rebosantes de risas y juegos.
Un detalle curioso que refleja la magnitud del evento es la escasez de rollos fotográficos. En una época donde los teléfonos móviles eran ciencia ficción y las cámaras digitales un lujo, la gente se apresuró a capturar el momento. Las tiendas de fotografía agotaron sus existencias, y el revelado de las fotos se convirtió en una tarea que podía demorar más de una semana, dada la demanda abrumadora.
La nevada del 1 de agosto de 1991 fue mucho más intensa que la ocurrida en 1975. Se estima que la densidad promedio de la nieve alcanzó los 8.5 centímetros, y la sensación térmica llegó a marcar los veinte grados bajo cero, según los registros del Servicio Meteorológico Nacional.
Los titulares de los diarios reflejaron el espíritu festivo que se apoderó de la ciudad. “Mar del Plata, blanca y de fiesta”, proclamaba Clarín. El diario La Capital, por su parte, lanzó una edición especial titulada “Nieve, una fiesta para Mar del Plata”, adoptando un logo conmemorativo que se mantuvo durante más de un mes, acompañando las numerosas fotografías enviadas por los lectores.
El fenómeno se originó en la entrada de una masa de aire atlántico extremadamente frío y seco que afectó al centro y norte de Argentina. Desde la península antártica, nubes cargadas de nieve recorrieron las costas patagónicas y bonaerenses. La lluvia, que había comenzado a caer en Mar del Plata minutos antes de la medianoche del 31 de julio, se fue transformando gradualmente en aguanieve hasta solidificarse por completo.
Aunque la nevada persistió solo hasta el mediodía, dejó una huella imborrable en la memoria de los marplatenses. A lo largo de la historia, la ciudad ha experimentado ocho nevadas significativas que han capturado la atención de los medios nacionales, pero la de 1991 sigue siendo recordada como una de las más espectaculares y memorables.