El pasado domingo, un incidente estremecedor sacudió la tranquilidad del barrio Ringuelet, en La Plata, dejando a una vecina con una experiencia para el olvido. Gabriela, mientras caminaba despreocupadamente junto a su hermana por la intersección de las calles 6 y 517, se vio repentinamente sorprendida cuando una tapa de registro, aparentemente débil, cedió bajo su peso. En un instante, la tierra desapareció bajo sus pies, dejándola colgando precariamente sobre la boca oscura y profunda de un pozo.
“Íbamos caminando lo más normal y, de repente, sentí que me hundía. Fue todo tan rápido que apenas tuve tiempo de agarrarme con las puntas de los dedos”, relata Gabriela, aún visiblemente afectada por el suceso. Su testimonio revela el papel crucial que jugó su hermana en evitar lo que pudo haber sido una tragedia de consecuencias devastadoras. “Si no hubiera estado ella a mi lado, seguramente no estaría aquí para contarlo”, afirma con gratitud.
La escena, según describe Gabriela, fue de una angustia indescriptible. La tapa, de un peso considerable, hacía imposible cualquier intento de auto rescate. “Me aferraba al borde con todas mis fuerzas, intentando encontrar un punto de apoyo en el pasto. Mido 1,71 metros, y ni siquiera alcanzaba a tocar el agua que había en el fondo del pozo”, explica, dimensionando la profundidad del abismo al que estuvo expuesta.
La situación se complicó aún más cuando vecinos y familiares, alertados por los gritos de auxilio, llegaron al lugar e intentaron medir la profundidad del pozo utilizando un alambre. Para su horror, no lograron encontrar el fondo, lo que sugiere que se trataba de un pozo ciego de dimensiones aterradoras. “Era como un agujero sin fin. Si me hubiera soltado, no creo que hubiera tenido ninguna posibilidad de salir con vida”, reflexiona Gabriela.
El incidente dejó secuelas físicas y emocionales en Gabriela. Además del susto y la angustia vivida, sufrió varios golpes y contusiones que requirieron atención médica. “Terminé con una pierna muy lastimada, los brazos marcados por el esfuerzo y el cuerpo lleno de moretones. Desde ese día, no he podido conciliar el sueño”, confiesa, revelando el impacto psicológico del traumático evento.
A pesar del mal trago, Gabriela se siente afortunada de estar viva y ahora centra sus energías en alertar sobre el peligro que representan estas trampas urbanas. “Esto no puede quedar así. Es fundamental que se tomen medidas urgentes para reparar o señalizar adecuadamente estos pozos. Imagínense si esto le pasa a un niño pequeño o a una persona mayor que camina sola. Esa tapa cede y, sin darse cuenta, se precipitan al vacío”, advierte con preocupación.
La experiencia de Gabriela sirve como un llamado de atención a las autoridades y a la comunidad en general sobre la importancia de mantener en condiciones óptimas la infraestructura urbana y de garantizar la seguridad de los ciudadanos. Un descuido, como en este caso, puede tener consecuencias fatales.
La comunidad espera que este incidente impulse una revisión exhaustiva de las tapas de registro en la zona y se implementen medidas preventivas para evitar que otras personas sufran una experiencia similar. La historia de Gabriela es un recordatorio de que la seguridad es una responsabilidad compartida y que la prevención es la mejor herramienta para evitar tragedias.