La comunidad de Lomas de Zamora se encuentra consternada tras un horrendo suceso que ha sacudido los cimientos de una familia. Natalia Ciak enfrenta una pesadilla inimaginable desde el 5 de agosto, día en que su hijo Joaquín, de tan solo 8 años, fue brutalmente asesinado por su expareja, Alejandro Rufo, en la residencia que compartían. Tras cometer el infanticidio, Rufo, de 52 años, intentó suicidarse.
Según relatos de allegados, Rufo aprovechó un momento a solas con el niño para asfixiarlo mientras dormía. La descripción escalofriante del crimen revela que “le tapó la cabeza con una almohada”, un acto de violencia que ha dejado a todos en estado de shock.
La pareja, Natalia y Alejandro, se encontraba en medio de un difícil proceso de separación, buscando ayuda profesional a través de terapia individual y de pareja. A pesar de la promesa de Rufo de abandonar la vivienda en un futuro cercano, la violencia verbal hacia Natalia persistía. Sin embargo, la idea de que pudiera dañar a Joaquín nunca cruzó por su mente. Los allegados señalan que Alejandro sentía “celos de la relación que ella tenía con el pequeño”, un factor que podría haber contribuido a este desenlace fatal.
El día del crimen, la rutina parecía normal. Alejandro preparó café para Natalia y la acompañó a tomar el transporte que la llevaba a su trabajo, un compromiso que cumplía tres días a la semana. Su siguiente tarea era llevar a Joaquín a la escuela, pero esto nunca ocurrió. La ausencia de la habitual videollamada o mensaje de WhatsApp de Joaquín al llegar a la escuela despertó las sospechas de Natalia. La inquietud creció al recibir una respuesta negativa del colegio al preguntar por el niño.
Mientras tanto, Rufo publicaba mensajes en redes sociales insultando a Natalia. Una de las hipótesis que se manejan es que el detonante fue el conocimiento de que Natalia planeaba mudarse ese mismo día, información que solo conocía una de sus cuñadas.
Un familiar reveló que “Joaquín le decía que no estaba tranquilo”, refiriéndose a la incomodidad del niño ante los maltratos de su padre hacia su madre. Ante la pregunta de Natalia sobre por qué no había llevado a Joaquín a la escuela, Rufo respondió con evasivas, prometiendo borrar las publicaciones ofensivas de sus redes sociales y asegurando que su hijo estaba durmiendo. “En el momento en el que dijo eso, ya lo había matado”, lamentó el allegado.
Al regresar a su hogar en la calle Eustaquio Díaz Vélez, Natalia se encontró con una escena dantesca. Un patrullero la esperaba en la puerta. En el interior, Alejandro Rufo se encontraba en el living, cubierto de sangre, mientras que el cuerpo sin vida de Joaquín yacía en su habitación. Alejandro Rufo fue trasladado de urgencia al hospital Gandulfo, donde permanece internado en la unidad de terapia intensiva bajo custodia policial.
Este trágico evento ha dejado una profunda herida en la comunidad y plantea interrogantes sobre la necesidad de una mayor atención y recursos para prevenir la violencia intrafamiliar y proteger a los niños en situaciones de conflicto parental. La memoria de Joaquín permanecerá como un recordatorio doloroso de las consecuencias devastadoras de la violencia y la importancia de construir entornos seguros para los más vulnerables.