En un aparente caos, donde el orden reside en la memoria de su dueña, se encuentra la biblioteca de Inés Arrondo. Eximia jugadora argentina de hockey sobre césped, laureada con dos medallas de oro en los Juegos Panamericanos y dos preseas olímpicas en Sídney 2000 y Atenas 2004, Arrondo atesora entre sus libros no solo conocimiento, sino también fragmentos de su vida.
Unos estantes, firmemente anclados a la pared, sostienen este universo personal. Un escritorio, ahora desprovisto de su habitual computadora, sirve como improvisado pedestal para nuevas adquisiciones literarias. El espacio respira lectura, pero también evoca recuerdos, con objetos que se exhiben orgullosos frente a los lomos de los libros.
La diversidad es la norma. Títulos de narrativa se mezclan con obras sobre deporte, autores locales conviven con plumas extranjeras, el arte comparte espacio con la historia del peronismo. Cortázar y Klimt se codean con Tolkien y Guerriero; una edición del Nunca Más descansa cerca de Gramsci, Rilke y Haroldo Conti. Una biblioteca que revela un espíritu curioso y una mente inquieta, pero que también delata ausencias.
“Mi carrera deportiva me llevó a cambiar de residencia casi cada año, a alquilar departamentos o incluso a vivir en el extranjero. Esto hizo que muchos de los libros que iba leyendo se perdieran en las mudanzas, incluso algunos prestados que nunca regresaron”, explica Inés Arrondo, de pie frente a su biblioteca, un santuario de memorias en papel.
“Pero la lectura siempre estuvo muy presente en mi vida, acompañándome muchísimo, especialmente durante mi carrera deportiva”, añade.
Una Biblioteca desde la Infancia
Arrondo recuerda con cariño su primer contacto con los libros: “Tenía un estante en mi habitación con mis libros de cuentos, de esos tenía un montón. Y luego estaba la biblioteca de la casa, con títulos muy variados. Mis padres eran arquitectos, así que había libros de diseño y arquitectura, además de novelas y otros géneros. Ellos no me guiaron en la lectura, pero ver a mi padre leer me generaba curiosidad”.
Desde temprana edad, Inés intuyó el poder transformador de la lectura. “Siempre sentí que era una forma de nutrirme, incluso de mejorar como persona. Siempre estuve atenta a qué leer, aunque nadie me indicara el camino”, confiesa.
Su formación como lectora se forjó en los trayectos en colectivo hacia los entrenamientos, en los viajes a Buenos Aires y en las charlas con compañeras que compartían su pasión por la lectura. Los viajes al exterior trajeron consigo mudanzas y pérdidas de libros, pero Arrondo no se aferra a la nostalgia. “Siento que es algo que circula. No necesito que el libro esté materialmente presente. Lo siento parte de mí, parte de lo que me configuró como persona. Va más allá de su forma física”, afirma.
Un Universo de Autores y Lecturas
La biblioteca refleja la diversidad de sus intereses: ensayos, novelas cortas, arte, cuentos. “Disfruto todo”, asegura. Y menciona a Charles Bukowski como uno de los autores que la marcaron profundamente desde la adolescencia.
La lectura se ha convertido en un hábito indispensable, especialmente durante la noche o en los viajes. “Si voy a algún lado, siempre llevo un libro conmigo. Solo hubo una época en la que no pude leer, cuando fui madre. Pero no lo viví de forma traumática, estaba viviendo otras experiencias hermosas”, explica.
Además de Bukowski, Inés destaca a Jorge Amado, especialmente su novela Capitanes de la Arena, y a Ray Bradbury. “Bradbury me rompió la cabeza. Leí todos sus cuentos. Me fascinó la ciencia ficción. Ahora que hablamos de esto, me doy cuenta de que necesito recuperar sus libros. Recuerdo que los primeros libros que compré fueron cuentos de Bradbury, pero también se perdieron en las mudanzas”.
La Biblioteca como Compañera de Viaje
“¿Puedo estar lejos de mi biblioteca? Sí, sé que los libros están en todo el mundo y que cuando los necesite puedo recurrir a ellos. Pero cuando viajo, me siento desprotegida si no llevo un libro conmigo para acompañarme en ese momento de soledad”.
El Origen del Símbolo de las Leonas
Un dato curioso y revelador es que Inés Arrondo fue la creadora del logo que identifica a la selección femenina de hockey, Las Leonas. Un símbolo de espíritu guerrero que surgió de su pasión por la lectura.
“El primer diseño de Las Leonas se inspiró en un libro de arquitectura. La imagen inicial está basada en los relieves de los frisos persas, repletos de figuras de leonas. Sus rasgos y el estilo del dibujo fueron lo que me vino a la cabeza al momento de crear aquella primera leona que apareció en la camiseta argentina”, relata con orgullo.
“Habíamos decidido que la figura fuera una leona. Y recordé las leonas que veía de chica en los libros de arquitectura antigua de mis padres. Fue como volver a buscarlas. Y aparte, ese pueblo persa era conquistador y guerrero…”, añade.
“Ese espíritu conquistador y guerrero era el que queríamos transmitir en el deporte. La leona tenía que tener todo ese componente adentro”.
Los libros de la infancia, intervenidos con dibujos y pinturas por la propia Inés, se encuentran guardados en cajas, junto a otros recuerdos. Títulos como Rayuela, Un tal Lucas y Historia de Cronopios y Famas, junto con las obras de Bradbury, permanecen vivos en su memoria.
Finalmente, le pedimos a Inés una confesión: “¿Qué podría decir tu biblioteca de ti?”.
“Bueno, que me gusta la historia, la política, las aventuras y que soy de imaginar bastante. Creo que hay un poco de todo eso aquí”.
Como decía Aristóteles, las cosas que nos rodean se componen de materia y forma. Y como sostenía Borges, un libro es una cosa entre las demás cosas, pero su forma se la dan los propios lectores. Lectores como Inés Arrondo, que buscan en los libros la posibilidad de transformarse y encontrar refugio en los momentos de soledad.